IMPORTANCIA DE MARIO EN EL SANTUARIO:
A Él le gustaba mucho visitar la localidad de El Tambo, ya que consideraba que la naturaleza y la paz que le brindaba el sector, le ayudaba a encontrarse con Dios de manera muy intima, en sus cartas escribía:
«Estoy en Santa Adela, en Elqui, la tierra de mis amores. ¡ Por Dios que me gusta, Madrecita!» (10.03.1955). Mario tiene una relación muy especial hacia este prolongado valle cercano a La Serena y a 470 km al norte de Santiago. En siete ocasiones pasa sus vacaciones en el fundo «Santa Adela». Aquí conoció el sentimiento patrio, aquí se enamoró perdidamente, escribió poemas, cabalgó, aquí disfrutó de la naturaleza, meditó y percibió la cercanía de Dios.
«Adiós Santa Adela, adiós, Punta Azul,
Tierra de mis amores escondidos,
de mis dulces amores por siempre idos, adiós!(…)
Amar y sufrir son una misma cosa,
dos rosas diferentes de un mismo rosal.
¿ Cuál de ellas es origen, y cuál de ellas es injerto ?
Sin duda, Dios lo sabe, y yo en mi alma lo sé.
Lo sabía, Señor, cuando iba a la montaña,
al subir las quebradas o hacia el Elqui al mirar.(…)
Señor, en Santa Adela dejo un trozo de mi alma.
Tú lo sabes, Señor, y sabes el por qué,(…)
En sus cabalgatas y paseos visitó reiteradas veces el cementerio de El Tambo. El cementerio está emplazado en las afueras, detrás del poblado en un valle lateral. Lo inundan el silencio, sequedad, soledad, el silbido del viento, arena, lápidas y cruces blanqueadas a la cal. A la redonda las imponentes siluetas de las montañas, piedra desnuda y arena y por doquier cactus. En la hondanada verde profundo y a la distancia en el valle principal el río Elqui, generoso donante de vida.
«Allí recé (…) el Angelus en una tarde de verano de 1951. En ese momento tuve la impresión lúcida y clarísima de que podía comprender a los místicos, y tuve por primera vez en mi vida una conciencia inmensa, abrumadora, de la presencia de Dios junto a mí. Desde aquella vez, comencé a sentir a Dios en la naturaleza, y a amarle a través de ella con todas mis
facultades». (28.12.1956).
Estas son experiencias místicas y del corazón que nadie imagina encontrar en un ingeniero. Mario se sumerge en una nueva dimensión de experiencia de Dios; es uno con el Creador del cosmos, uno con su creación, uno consigo mismo.